miércoles, 18 de agosto de 2010

¡Construye, No Destruyas!




El hombre perverso levanta contienda, y el chismoso aparta a los mejores amigos. Prov. 16:28.




La tragedia del cáncer es que la célula maligna no se queda quieta. Da la impresión de que tuviera vida propia, procura contaminar a las otras células con una rapidez extraordinaria. El hombre perverso es descrito en el texto de hoy como un cáncer. Es veloz y se esparce rápidamente, llevando destrucción y muerte por donde pasa. El instrumento que usa es la lengua. Crea intrigas. Disfraza las verdades, inventa patrañas, contamina todo lo que toca. El perverso llega mansito, como quien no quiere nada. "¿Sabías que fulano...?", "No sé si lo debo decir, pero me parece que... ", "Este secreto es solo para ti, no se lo cuentes a nadie, porque si alguien me pregunta yo lo niego", "Tú no creerás que fulano... ". Aparentemente, el perverso es siempre inocente. Solo enciende la mecha. La explosión es problema de la bomba. Él asegurará después: "nunca dije nada", "solo sugerí..." Pero por donde pasa va dejando amistades rotas, imágenes denigradas, nombres manchados, en fin, lodo, suciedad y maledicencia. El libro de Proverbios repetidas veces habla del poder de la palabra. La persona sabia, que mantiene una relación diaria con Jesús, usará la palabra para construir y no para destruir. Las palabras edificantes valen mucho y cuestan poco. Las expresiones destructivas tienen un costo exorbitante a largo plazo. Actúan como un búmeran, siempre vuelven, y la propia persona es la perjudicada. Siendo que el corazón es el manantial de los sentimientos y éstos se expresan en palabras, es preciso mantener la fuente siempre limpia y Jesús es la única persona que puede conseguir eso. La disciplina humana es una solución de fantasía. Es apenas tapar los pozos del camino con un poco de tierra. Con la primera lluvia que caiga, todo volverá a su estado original. Busca nuevamente hoy a Jesús. Aprende a convivir con él. Las luchas de la vida no te atemorizarán, las nubes oscuras no te intimidarán. Tus enemigos pueden cercarte completamente, pero si tú estás con Jesús, siempre habrá una salida. El hombre sin Dios, tarde o temprano se sumerge en la perversidad, porque "el hombre perverso levanta contienda, y el chismoso aparta a los mejores amigos".
Pr. Alejandro Bullón

jueves, 12 de agosto de 2010

¡Abba, Padre! (parte 2)





La segunda vez que figura "Abba" es en Romanos 8:15 : "Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el Espíritu de adopción, por el cual clamamos: Abba, Padre".
"El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados" (Romanos 8:16,17).
El Espíritu Santo tiene la misión de lograr que la persona fría, indiferente, desconfiada y de corazón aprehensivo "conozca y acepte el amor de Dios". Su tarea es "derramar con abundancia el amor del Padre sobre el creyente".
Despierta la conciencia interior y aviva la percepción basada en una "certeza sobria" acerca de las promesas que hay en la Biblia. Dicha Palabra tiene el propósito, sobre toda otra finalidad, de ser el portavoz de Dios. Ella nos habla "las cosas de Cristo", el Amado, gracias al cual somos adoptados y regenerados.
Cristo, la gracia, la cruz, la fe y la libertad. Estas son las cuerdas principales del teclado de la esperanza cristiana. Esta es la libertad garantizada por "Abba". ¡Aquí está Abba adoptándonos!. Gracias a ese costoso regalo, Dios nos libera de la obediencia ciega a fin de que disfrutemos de la iluminada capacidad de elegir bien.
La contribución de Cristo, nuestro Hermano mayor, garantiza el perdón de nuestros pecados. En el pasado nadie pudo atribuirse ese poder. El perdón es la esencia de nuestra adopción. Sin embargo el perdón de Cristo, además de darnos libertad, también nos sana de las heridas que este nos ocasiona. El perdón que él nos regala es la llave que nos permite acceder al placer de disfrutar la vida en plenitud, y también nos capacita para terminar la obra de compartir estas buenas nuevas a fin de poder regresar a nuestro hogar para poder reinar con Abba.




Fuente:Gerald Colvin (Revista Adventista Ene-97, pág.8)

Abba, Padre (parte 1)




...Seguramente la necesidad de contar con un padre en forma permanente fue la razón principal para que en el plan de salvación - trazado mucho antes de la funcación de este mundo- la Divinidad decidiera que, entre ellos, uno debía ser considerado "Padre". Esto resultó muy bueno para los seres humanos.
El arameo fue el "primer idioma cristiano", lengua comúnmente usada en el primer siglo por los judíos, Jesús y sus discípulos. Este idioma semítico muy cercano al hebreo, pronto fue reemplazado por el griego vulgar hablado en los territorios del Imperio Romano, especialmente en el Este. Siendo que el cristianismo tuvo una mayor penetración entre los gentiles que hablaban griego, tanto el hebreo como el arameo perdieron vigencia. Sin embargo, unas pocas expresiones del arameo se perpetuaron al ser registradas en el Nuevo Testamento.
"Abba,Padre", figura tres veces en el Nuevo Testamento, y es un vocablo arameo utilizado en una de las traducciones del griego.
Es la expresión más íntima y significativa que se conoce para "Padre". Era la primera palabra familiar que los niños aprendían; equivalía a "papito". El uso de esta expresión en la Biblia manifiesta el gran interés que tiene Jehová de que lo sintamos cercano a nosotros.
El primer registro que hay de "Abba" se encuentra en Marcos. Jesús estaba con sus discípulos en el huerto del Getsemaní. Entonces, "llevó consigo a Pedro, a Jacobo y a Juan, y comenzó a entristecerse y angustiarse. Y les dijo: Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí y velad. Yéndose un poco adelante, se postró en tierra, y oró que, si fuera posible, pasara de él aquella hora. Y decía: ¡Abba, Padre!, todas las cosas son posibles para ti. Aparta de mí esta copa; pero no se haga lo que yo quiero, sino lo que quieres tú." (Marcos 14:33-36)
En esa hora crucial de su ministerio terrenal, en el contexto de la traición de la cual sería objeto por parte de Judas y el penoso trance de la cruz, Jesús recordó la expresión familiar que aprendió a usar sobre las rodillas de José: "Abba". En su trato con José, Jesús también asimiló el respeto que el Padre celestial nos merece a todos.
En circunstancias de sobrecogedora necesidad, Jesús se dirigió a su Padre celestial, ¿Qué hacemos nosotros en esos casos? Cuando nos angustiamos, cuando nos estresamos con preocupaciones innecesarias, ¿sencillamente nos comformamos con ingerir más pastillas? ¿U optamos por doblar nuestras rodillas a fin de acudir a nuestro Padre celestial, único ser capaz de aliviar los obsesivos patrones de conducta que nos destruyen? O, cuando los problemas de la vida nos atormentan y tenemos que tomar decisiones, ¿echamos nuestras cargas sobre el Señor,confiando que él nos ayudará?
La situación que Jesús experimentó en el Getsemaní fué desesperante; sin embargo, la superó gracias al apoyo incondicional de su Padre.


fuente:Gerald Colvin (Revista Adventista Ene-97, pág 7,8)