sábado, 21 de febrero de 2009

Más poderosa que la muerte

Creían los antiguos griegos que era hermana del sueño, y de la muerte, y que había quedado sola en la caja de Pandora. Cuando se la quiso representar se le dio la forma de una bella matrona apoyada en un áncora, coronada de tempranas flores, con un ramillete de ellas en las manos, y vestida del color del campo como presagio de abundantes cosechas. También se la simbolizó con el arco iris.

Nadie la vió. Pero poseerla es imprescindible. No se la puede comprar ni vender, prestar ni regalar. Pero cuando se la pierde, con ella se va la razón de vivir. Si la fatalidad la hace añicos, por ser pieza única, exclusiva e irremplazable, hay sólo una solución: tomar fragmento por fragmento y rehacerla. Es una delicada y dificilísima tarea de artesanía que exige tiempo, esfuerzo y lágrimas, y en la cual ningún ser humano puede ayudarnos más qeu con palabras. Y no sé por qué nos cuesta tanto buscar auxilio del experimentado, sabio y bondadoso Alfarero divino.

esperanza

Estoy pensando en la esperanza. Un arco iris, una ancla, una bella matrona coronada de tempranas flores, son símbolos apropiados de esa irremplazable necesidad del alma humana.

Santo Tomás decía que la esperanza se nutre en tres vertientes: el amor, el aliento y la confianza, y que tiene cuatro características distintivas: (1) es un bien, (2) mira hacia el futuro, (3) no es fácil de obtener, pero (4) se la puede alcanzar. Creemos que tenía razón. Al niño lo mueve la esperanza de que crecerá, aprenderá y se hará grande y útil. Al padre le da fuerzas la esperanza de los dividendos en bonos de satisfacciones que le reportará la inversión material, emotiva y espiritual que significa un hijo. La esperanza en el despuntar de días mejores es fortaleza que ayuda al pobre a perseverar en la lucha cotidiana. Es la esperanza en que los recursos de la ciencia le devolverán la salud lo que sostiene al enfermo en su lecho de dolor.

Cada año llega un noviembre y muchos visitan las ciudades del silencio que se pueblan de flores y de rezos..., y nos preguntamos: cuando la muerte clava su garra despiadada, y se esfuma el arco iris, y se hace pedazos el ancla, y exhala su último suspiro la bella matrona coronada de tempranas flores, ¿también muere la esperanza? ¿Se puede llenar el vacío que produce la ausencia de un ser amado? ¿Con qué? ¿Cómo hacer para rehacer? ¿Alcanza la simpatía de los amigos? ¿El éxito en los negocios? ¿El halago de los aplausos? Contra toda esperanza, ¿Hay esperanza??

Nos ayudará a encontrar el camino de las respuestas el recordar la virtud de una tumba vacía. No pudo retener en ella al Hijo de Dios el peso de la gigantesca piedra que cubría la entrada ni el sello imperial que a modo de faja de seguridad protegía su inviolabilidad. Tampoco pudo retenerlo el pelotón de soldados armados qeu montaba guardia para impedir un rapto. Cuando la vida se abrió paso nada ni nadie pudo aherrojarla. El sello imperial, se rompió, la piedra se corrió, los soldados cayeron enceguecidos por el celestial resplandor y el hijo de Dios salió triunfante. El, el que venció a la muerte, el que traspasó victorioso los umbrales del sepulcro, es quien hoy nos dice: "Porque yo vivo, vosotros también viviréis" ¿Podemos pedir mayor garantía para nuestra esperanza?

Ante una salida de sol teñida de arreboles, presagio de un día colmado de posibilidades, tengamos esperanza. Ante la sonrisa o el llanto de un niño, promesa de futuro, tengamos esperanza. Ante la semilla que cae en el surco para morir y volver a nacer en un nuevo tallo y más espigas cargadas de fruto, tengamos esperanza al igual que San Pablo, porque Jesús dijo: "yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia" (S. Juan 10:10)

Esther I. de Fayard

tomado de la revista "Vida Felíz"
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espero lo hayan disfrutado!

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